En español no hay palabras para empowerment, agency o accountability. Esto muestra algo muy sintomático y negativo de nuestra cultura, que además supone un tremendo freno para nuestra capacidad adaptativa organizacional. Hoy en día se usan múltiples anglicismos de forma habitual. Se hace por esnobismo, por la influencia de doblajes de poca calidad o porque no se encuentran palabras para desarrollos tecnológicos recientes. Pero ninguna de estas explicaciones aplica para el caso de las tres palabras anteriores. Empowerment no es entregar poder a otro, o apoderar, como dice la RAE. Tampoco se refiere a delegar alguna tarea en otra persona, ni siquiera dándole mucha autonomía para tomar sus propias decisiones. Como define el Diccionario de Cambridge, el empoderamiento describe la capacidad de las personas de tomar el poder que necesitan para hacer aquello que desean o para controlar lo que les sucede en su vida. Por tanto, el empoderamiento no se puede entregar, surge de la persona que lo anhela. Es el otro el que desde su propia motivación asume el poder para hacerse cargo de un desafío que le afecta. Consecuentemente, el empoderamiento es muestra de compromiso y voluntad individual. No así la delegación, que simplemente entrega la realización de una tarea a alguien competente, aunque no tenga ningún interés en ella.
Agency, la capacidad de pasar a la acción, tampoco tiene una traducción adecuada. Ni tampoco accountability que va más allá de ser responsable y que incluye, además, la capacidad de explicar satisfactoriamente aquello que ha sucedido bajo nuestra responsabilidad.
Que estas palabras no tengan traducción adecuada al español nos habla de que la capacidad del individuo de hacerse cargo de su propia autonomía y de su voluntad de ser un actor corresponsable no es algo que se haya promovido históricamente. Su ausencia nos habla de una cultura de obediencia, dependencia y falta de criterio propio. Y en los tiempos actúales esto es un lastre colectivo demasiado grande.
A nivel organizacional, esta limitante cultural también nos juega en contra. En un mundo en cambio acelerado, nuestras organizaciones necesitan cada vez más de una mayor inteligencia colectiva para acometer, desde la diversidad de perspectivas y experiencias, los desafíos que enfrentamos. Necesitamos más gente empoderada y corresponsable. O sea, más talento y menos recursos humanos. Pero para ello es imprescindible un cambio de liderazgo que permita a las personas empoderarse y asumir la corresponsabilidad de los desafíos. El problema es que cambiar nuestra concepción tradicional de la autoridad es un cambio cultural aún más difícil.
Socio CLA Consulting